"El crimen del parque semicircular" (1er relato del taller #VeranoNegro de la librería Cervantes y cía)


EL CRIMEN DEL PARQUE SEMICIRCULAR

No oyó nada. Hacía tiempo que el teniente Soriano, embebido por cada nuevo caso, había dejado de prestar atención a lo que era verdaderamente importante.

Ocurrió hace unos meses, con el caso de la iglesia Chapelle, Soriano no vio las señales de su inminente divorcio. Había sido un atentado yihadista: dos feligresas y un cura decapitados durante un servicio religioso nocturno. El caso posiblemente más importante de su carrera. El agresor fue abatido en un bosque cercano y la investigación pasó a asuntos internos. El informe de Soriano se redujo a un par de folios, su matrimonio a 12 años de convivencia sin hijos. Marina le había puesto las maletas en la puerta.

Soriano se acuclilló con esfuerzo junto al cadáver. No era un hombre muy alto y en los últimos meses la cena rutinaria en el kebab camino a casa había hecho mella en su figura. Se había convertido en un hombre grueso.

A pesar de que sus condiciones físicas no eran ya las idóneas para el ejercicio de su profesión (temía además Soriano que se estaba quedando sordo), en la comisaría se resistían a degradarle a un trabajo de oficina, pues el teniente poseía una de las cualidades más importantes, e inusuales, para el desempeño de su oficio: era un hombre pragmático.

Observó el cadáver. Era una mujer joven con el pelo ondulado. Estaba colocada boca abajo. Uno de los brazos estaba extendido a lo largo del cuerpo. El derecho descansaba bajo la cabeza ladeada. Soriano pensó, por un momento, que la mujer podría estar dormida, pero abandonó rápidamente esta posibilidad impregnada de falso romanticismo.

El rostro de la fallecida tenía el gesto tenso, la mandíbula parecía apretada y en la frente se percibían algunas arrugas verticales sobre el entrecejo. Echó un vistazo a la escena del crimen. Era un parque pequeño, semicircular, el tipo de parque donde los vecinos del barrio llevan a sus perros para rápidas deposiciones al anochecer. Alrededor tres bloques de edificios de apartamentos y enfrente la carretera. El agresor o agresores habrían tenido fácil su huida, pensó Soriano.

Miró los edificios. Eran bloques altos de entre 6 y 9 plantas. Varias cortinas se cerraron al advertir su recorrido visual.

-Puede haber muchos testigos- indicó Soriano al oficial- Habrá que hacer un listado de residentes e interrogar vivienda a vivienda. Encárguese.

La víctima vestía una gabardina blanca que más bien parecía una sábana colocada sobre su cuerpo inerte. La sangre traspasaba un poco la tela (era de mala calidad), en forma de pequeños lunares de color oscuro. Con un guante intentó tomarle el pulso primero en el cuello y después en la muñeca que tenía colocada junto a la cadera, inútilmente, pues llevaba varias horas muerta.

Soriano empezó a pensar que había más de una cosa extraña en torno a este asesinato. Una mujer muere en un parque a la vista de varias decenas de vecinos. La policía tarda varias horas en recibir la llamada de aviso de uno de los vecinos. El cadáver se vería bien desde cualquiera de las ventanas, la gabardina blanca es muy llamativa sobre el césped a medio cortar.

No había huellas perceptibles de pisadas o ruedas, con lo que se podía descartar que el cuerpo hubiera sido colocado allí, aunque era una de las opciones que debería plantearse en la investigación. Cualquier coche podría haberse parado dos minutos en el arcén a dejar el cuerpo. Pero también habría sido visto desde las ventanas.

Resopló Soriano al intentar levantarse. Se apoyó con esfuerzo sobre la rodilla izquierda. No habían encontrado el arma del crimen en la escena. Un cuchillo, más que un punzón o un destornillador. El arma empleada había sido un simple y barato cuchillo de cocina comprado en Carrefour.

-Parece que se han pasado, jefe. Joer, ¡17 puñaladas por la espalda! ¡Menuda sangría! ¡Los forenses se van a poner las botas! ¿Cree que ha habido violación, teniente?

El teniente se giró hacia su oficial y acarició lentamente los botones que se ceñían sobre su cazadora.

-La realidad es mucho más sencilla que todo lo que podamos observar, oficial-contestó Soriano- Esta mujer no falleció por múltiple apuñalamiento. La realidad es más sencilla- repitió- Pueden levantar el cadáver.



Comentarios

Entradas populares