El último penalti (relato para el concurso #historiasdefútbol organizado por ZendaLibros e Iberdrola)


El sol le daba de cara. Ese segundo tiempo del derbi había pasado sin pena ni gloria. Darío esperaba paciente bajo la portería. El 0-0 no era una opción. Le tocaba tirar a Currito, delantero alavés que llevaba poco en primera. Darío no supo si fue intuición o casualidad pero se lanzó al lado acertado y la paró.

Habían sido 90 minutos de infarto y Darío agradeció ser el guardameta. No tenía cuerpo para grandes esfuerzos físicos. Arrastraba una lesión en la rodilla que le colocaba en la tesitura de abandonar el deporte rey. Por edad aún le correspondían unos pocos años más de gloria, aumentar la pensión, terminar de pagar la casa, quizá ponerse en algo de hostelería: un bar, un restaurante con fotos enmarcadas en blanco y negro de los años dorados en Primera.

El Chani (¡menuda pieza era!) se colocó en distancia. Al pitido del árbitro tomó carrerilla. El balón salió del campo en un voleo demasiado alto. El marcador continuaba virgen. El sol no le concedía tregua. Delante tenía al último de los blanquigrana, un peso pesado, el Palotes. Al contrario que Currito, el Palotes llevaba toda la vida en Primera División: 8 años, casi tantos como Darío. ¡La de veces que habían pisado el mismo campo!

Se colocó ante el balón. Darío notaba el pálpito del corazón en el pecho, cada vez más fuerte. Un pinchazo inoportuno en el cuádriceps. Recordó las tardes de fútbol tras la escuela y el traslado familiar a Madrid. “Este niño tiene un don para el balón y buenos reflejos”. Se olvidó pronto de sus sueños de delantero para convertirse en guardameta. En dos años había debutado con la selección. Vivió con sentido del humor su traspaso al Inter. Vivió desde Italia el nacimiento de su hijo Pedro, que jamás soñó con el fútbol sino con un padre con el que montar en moto. La vuelta desde Italia, el exilio a un club modesto de provincia. El ascenso en Liga, mientras Darío anhelaba los años relajados de su retirada.

El ultimo penalti y después la gloria, o el olvido.

30 años han pasado de aquel derbi. La afición aún recuerda cómo Darío se rompió al lanzarse a por el esférico. El Palotes recibió el Balón de Oro por ese gol. Le convocaron a la selección en aquel mundial del naranjito que Darío vio en la televisión de una habitación del hospital.

Darío se emociona al recordar los últimos momentos de su carrera. “Jugué con la pata mala”, suele decir a quien le acompaña, y se levanta la pernera del pantalón, en la residencia en la que sus hijos le aparcaron, para que se vean huellas de aquella operación. 

“España entera sufrió conmigo aquel último penalti”, dice al despedirse. Y los ojos se le empañan mientras nos pide, con el bastón en mano, que dejemos de grabarle.


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Relato para el concurso "Historias de fútbol" organizado por ZendaLibros e Iberdrola

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