Una mano tendida entre el texto y el precipicio: 10 de junio de 2019

Acabados los exámenes y aun con dos tareas pendientes para Zenda me planteo qué hacer con el tiempo que se me escapa entre los dedos. Pulverizo el ordenador buscando nuevas actividades para satisfacer las ganas de llenar el espacio y el tiempo: talleres, cursos, charlas, exposiciones,... aún no ha terminado la Feria del Libro y siento a medias la ilusión, la excitación por el libro pendiente de descubrir.

En pocos días vuelve a Madrid, a mi querido Pavón Kamikaze, la obra "La función por hacer" a partir del texto de Pirandello, Del Arco abre ese baúl de sueños de lo que es para mí el teatro. Para mí y para tantos. Esa fusión deliciosa de ficción y realidad. Esa marejada de personajes histriónicos que suponen un revulsivo. A final de mes vuelvo a verla, la tercera vez. Tercera vez que es en realidad primera, pues será, esta vez, con los primeros intérpretes de la obra. Siento excitación. El texto es soberbio. La propuesta es un navajazo.

Echo de menos los talleres de escritura de Marina Sanmartín... aunque ahora me aferre a su diario digital, como ese único asidero emocional que conservo. Los libros siguen en la mesilla con la lectura a medias, leer, escribir, soñar... todo el tiempo del mundo para dedicar a las palabras.

La vida nos golpea de improviso, suave. Delicados envites que parecen decirnos que nada es un sueño, nada es un juego. En esos pequeños golpes, en los momentos de dolor insalvable, en cada rutina que los sigue, en todo ello.... encuentro poesía. No dejar fluir las palabras es aprender a morir cada día. 

Vuelvo a la rutina del diario digital, éste que asoma en un blog que no lee nadie. En mi mente se compara con el de Marina sabiéndose perdedor. La ilusión no decae, las ganas de poesía, de vencer al dolor con palabras, al sueño con vigilia. Saberse perdedor y aún así levantarse. Saberse ninguneado y aún así levantarse. Levantarse porque sí, porque las llagas se curan de pie, las batallas se ganan de pie, la vida se vive de pie. Uno siente si está erguido, uno afronta de cara y de pie. 

Las ganas de poesía nos visten de arriba a abajo.

Vuelvo al diario de Marina. Sobrevuelo en esta nocturnidad sus palabras y atesoro sus enseñanzas de meses en un cuaderno azul y dorado. En él conservo su sabiduría. Leo la última entrada del diario de Marina y quiero mandarle desde aquí un mensaje de ánimo, un empujón a tiempo, una mano tendida entre el texto y el precipicio.

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